He tenido la inmensa suerte de ofrecer un pequeño curso a un nutrido grupo de estudiantes del conservatorio profesional Pablo Sarasate en Pamplona. La mayoría de ellos personas muy jóvenes.
Durante las jornadas compartidas hemos abordado de forma transversal el miedo escénico. Cada una de esas personas tiene un don, un don maravilloso que quiere ofrecer al mundo y cuando llega el momento de ofrecer ese don aparece el miedo, basado en juicios internos, en dudar del don o de las horas de entrenamiento para ofrecer su mejor versión.
Todos esos pensamientos que nos merman vienen del ego, de la pequeña mente, que está todo el día parloteando, evaluando, criticando, imaginando desastres en el corto y en el largo plazo.
Lo que puede ayudarnos en esas situaciones o momentos además de darnos cuenta que nuestros pensamientos son sólo pensamientos, es que somos mucho más que los pensamientos que aparecen en nuestra conciencia.
Todos esos chavales y chavalas y las personas adultas que acudieron al curso ensayan, están comprometidos a afinar su instrumento sea su voz o cualquier instrumento que toquen: cuerda, viento… lo que necesitan es afinar también otro de sus instrumentos quizá el más poderoso….la mente.
Quizá también sea necesario que nos demos cuenta que ese don, ese don que cada uno de nosotros tenemos es un regalo, un regalo que debe ser puesto al servicio de la vida. El propio músico es un instrumento, es el vehículo de transmisión; que va a ofrecer al mundo su don.
Un árbol da su mejor versión al mundo haya nacido donde haya nacido, jamás se compara ni queja, jamás se plantea si sus frutos son mejores que…, sus frutos son los mejores que puede ofrecer en cada momento.
Dándonos cuenta de que la vida se muestra a través de nosotros, nos podemos considerar un instrumento de la vida, un instrumento en sí valioso que ofrece su don al mundo, así nosotros nos sentiremos plenos y felices y las personas a las que transmitamos nuestro don también se sentirán más felices.
En fin, estaremos haciendo un mundo mejor.
